MEMORIAS | CARTA ABIERTA A LAS MADRES VENEZOLANAS EN EL MUNDO

Venezolanas por la libertad

La venezolana se ha caracterizado desde hace mucho tiempo por ser una mujer luchadora. Sin embargo, en los últimos quince años nos ha tocado desempeñar un papel muy importante en nuestra sociedad. Anteriormente la mujer venezolana era vista como el sexo débil, la que se quedaba en casa cocinando, limpiando, criando a sus hijos, pero ahora el rol va mucho más allá.

Las mujeres venezolanas tenemos que levantarnos de madrugada para hacer colas interminables intentando comprar en abastos, bodegas, automercados, productos alimenticios básicos como leche, café, azúcar, mantequilla, harina de maíz, harina de trigo o aceite, para poder alimentar a nuestras familias, pero más difícil aún es conseguir el “gas doméstico”, el cual ha desaparecido, siendo Venezuela un “país petrolero”. Es casi imposible encontrar papel higiénico, crema dental, champú, desodorante, máquinas de afeitar o jabón, artículos necesarios en cualquier hogar, sin dejar de mencionar los pañales desechables y toallas sanitarias.

Otras mujeres tienen la dura y triste tarea de recorrer hospitales y morgues en la búsqueda de sus hijos, esposos o hermanos, debido a que en Venezuela hay muchos desaparecidos, víctimas del hampa común o deseo del “régimen” de controlar a todo aquel que “piense diferente”. Cuando tienen suerte de encontrarlos, la incertidumbre se convierte en penurias, pues conseguir los medicamentos en un hospital carente de servicios, de material hospitalario e incluso de personal capacitado, seguir con vida es toda una hazaña.

Hay mujeres cuyos hijos, esposos o hermanos han caído presos por decisión del “régimen”, por delitos que no cometieron, algunos recluidos en centros de máxima seguridad alejados de su familia. Entre ellos se encuentra el líder opositor Leopoldo López, quien de manera voluntaria se entregó con la convicción de lograr un mejor país, y hoy pasados “70 días”, no ha tenido un juicio formal en el cual puedan demostrar e imputarle los cargos por los cuales lo mantienen privado de libertad.

Existen otras mujeres valientes, luchadoras, con guáramo, aquellas que dan la cara por sus hijos, por su país, por sus hermanos venezolanos, “sin miedo” a la represión o a las consecuencias, con la única convicción de lograr “la paz, la justicia y la verdad”. Estas mujeres que han sido ultrajadas, torturadas, golpeadas, vejadas, se mantienen firmes a pesar del maltrato, la injusticia, el abuso de poder y la falta de tolerancia.

Hay mujeres que no eligieron ser parte de la historia, simplemente les tocó, como me tocó a mí, como le tocó a Marvinia Jiménez, a Rebeca González, a nuestra diputada María Corina Machado, a Gaby Arellanos o como otras cientos de miles de venezolanas que todos los días sufren las penurias de vivir en un país donde la anarquía y el poder en manos equivocadas hacen de nuestra tierra un lugar donde vivir, sobrevivir y subsistir sea una titánica tarea.

En estos momentos de crisis, de división, de odio y rencor, a la mujer venezolana le toca la difícil tarea de reconciliar, dar amor y reflejar la compasión hacia este noble pueblo, con ese corazón de madre, quienes tenemos el deber de llevar los mensajes a cada rincón de nuestra patria.

Hoy domingo 11 de mayo, muchas mujeres venezolanas no podremos celebrar el día de las madres con nuestros hijos, debido al hampa desbordada, la delincuencia, la violación de los derechos fundamentales por parte de los cuerpos represivos del Estado, la impunidad y a un sistema judicial corrupto que mantiene tras las rejas a ciudadanos considerados “terroristas y apátridas”, o aquellos considerados un riesgo para el régimen. La justicia ciega de nuestro país mantiene libre en las calles a los que usan la violencia y con permiso para matar, a los llamados colectivos, a los malandros y hasta los mismos guardias nacionales quienes han volteado sus armas contra el pueblo, como en el caso de Geraldín, masacrando y demostrando que se rinden a los pies de un dictador que habita en una isla del Caribe.

Por eso les digo a todas las mujeres venezolanas, incluso a aquellas que viven fuera de Venezuela, que es el momento de ponerse los pantalones, de apretarse el cinturón y demostrarle al mundo lo fuerte que somos, hace mucho tiempo que dejamos de ser el sexo débil para convertirnos en el motor que impulsa el país y su gente. Basta ya de permitir que sigan abusando de nosotras, que nos menosprecien y se burlen de nuestra dignidad.

Y como ya lo he dicho en otras oportunidades, mi hija ya no está, pero estoy yo,y seguiré luchando por el país que Geraldín tanto anhelaba, por el país que nos merecemos y por el cual vale la pena seguir adelante. De corazón les pido que oremos, por nosotras, por nuestros hijos, por nuestros estudiantes, por aquellos que salen a dar la vida por esta patria que lleva nombre de mujer, acompáñennos en esta lucha, no importa dónde se encuentren, su apoyo es importante y con él, lograremos ser escuchadas más allá de nuestras fronteras.

Rosa Maria Orozco Seijas

La mamá de Geraldín

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