Memorias | 12 de mayo 2017 por Luisa Castillo

Día 3: Sigue el vacío que dejaste más fuerte.

Bajamos a desayunar, Eduardo salió a comprar desayuno, desayunamos, yo apurada sentía la necesidad de estar a tu lado, llegue al cementerio y no esperé a nadie, solo quería llegar a verte. Llegué a la capilla y ahí estabas, igualito como te dejé.

Pasamos el día saludando gente, fue mucha gente como el día anterior, esta vez llegaron los políticos solidarizados con nuestra pérdida, tú ya no nos pertenecías solo a nosotros, ahora eres del país y hasta del mundo, TODOS hablan de ti, es algo asombroso. Pasaban las horas y seguía llegando gente.

Dos sacerdotes te hicieron unas misas. En la primera fue uno que conocía Eduardo, el cual dijo unas palabras bellísimas. El segundo fue uno del colegio, el mismo que nos acompañó en la marcha estudiantil. Él nos dijo el significado de tu nombre: “GUERRERO DE DIOS”, todos quedamos impresionados con tan maravillosa coincidencia.

Se acercaban las 2:30 de la tarde, te confieso no quería que llegara ese momento. ¿Por qué?, pues fácil: te teníamos que llevar al lugar donde tu cuerpo descansaría en paz, solo tú cuerpo mi vida porque tú negrito sigues estando presente en cada momento.

Llegó el momento de bajar a despedirnos, sobraban manos para llevarte. Nos acompañó un señor que cantaba bellísimo. Lloraba desconsolada agarrada de la mano de mami, ella estaba muy triste negrito, todavía no puede creer que no estés. Bajamos poco a poco y te juro que parecía una marcha, Dios que cantidad de personas te fueron a despedir. Te dieron la bendición y poco a poco fue bajando tu urna. Te cantamos, te lloramos, te seguimos llorando negrito.

¿A qué no sabes? Comenzó a llover durísimo. ¿Sabes por qué fue eso? un ANGEL estaba llegando al cielo. Me sacaron de ahí, nuevamente NO ME QUERIA ir.

Junto con los cabañeros fuimos a Las Mercedes donde te arrebataron la vida y te dejamos una corona con los colores de la bandera.

Luego fuimos a casa del tío Juan, hablamos mucho de ti, nos reíamos, llorábamos, en fin tantas emociones, nos enseñaste tanto en tan pocas horas.

Decidimos ir Juan, Eduardo y yo a casa de los Azpurúa, nos esperaban los cabañeros, con ellos reímos y lloramos.

¡¡¡Llegamos y nos acostamos y otra vez TÚ NO ESTABAS!!!

Te lloro negrito y te seguiré llorando, eso sí SIEMPRE sonreiré acordándome de tus locuras.

TE AMO PARA SIEMPRE MI NEGRITO.

Luisa Castillo, hermana de Miguel Castillo. 

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