Boletín #50 – Venezuela y la CPI: Saber ver más allá de lo evidente.
Editorial
Cada inicio de año nos planteamos retos, metas soñadas, renovamos propósitos, previa reflexión sobre lo andado, y que tal ejercicio nos ayude a decidir el camino a tomar para alcanzar nuestros objetivos. Y así como estas son revisiones personales e íntimas, también su equivalente es necesario en otras dimensiones, como, por ejemplo, la de una organización cuya alma son las historias de víctimas de violaciones a los derechos humanos.
En ese proceso de análisis y balance reconocemos los avances tan significativos en la búsqueda de justicia y, por tanto, el reto es permanecer activos y diligentes en cuanto lo que nos corresponde hacer. Los desafíos son enormes y, más aún, en medio de una dinámica social que – más por sobrevivencia – procura seguir adelante y, en cada paso, dejar ir, dejar atrás. Claramente, para algunos ha sido posible trasmutar el dolor y transformarlo en fuerza para continuar; para muchos otros, por el contrario, el dolor se mantiene y es lo que acompaña cada lucha. Y, en lo que sí coinciden todos los casos, es en esa necesidad de no olvidar pues, pasar por alto, prescindir, desconocer, es una actitud que implica otro tipo de afrenta a las víctimas, la negación de su existencia, y que en consecuencia, se convierte también en la patente de corso para que los hechos victimizantes se repitan.
Es así como nuestra vocación de construir memoria, continuar los procesos necesarios para el logro de la justicia y la reparación integral de las víctimas, conlleva también a seguir los programas de formación en derechos humanos dirigidos a una sociedad que, solo empoderada desde la consciencia de sus capacidades legítimas, será el mejor garante de las mismas. Igualmente constituye una tarea importante, continuar las dinámicas de sensibilización en cuanto a la gravedad de que las violaciones a los derechos humanos persistan en Venezuela. Lo vemos en las escandalosas cifras de impunidad, en la sistemática violación a los derechos sagrados a la vida y la libertad y en la sostenida conculcación de la posibilidad de una vida digna.
NO, no hay normalidad. NO, nada se ha arreglado. El que se hayan creado burbujas infladas desde las riquezas públicas; el que unos pocos tengan acceso a la comida que a la mayoría le falta; el que persista más de 90% de pobreza en la población; el que una niña de siete años muera cruzando un río, en el intento desesperado de su familia de ofrecerle una mejor vida; el que una anciana sea encontrada muerta por hambre, junto a su esposo también desnutrido, ambos, profesionales que entregaron su vida útil a servir, nos deja muy claro que NO, no es normal, no está bien.
A tenor de nuestra Carta Magna ¨El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo (…)¨ Al día de hoy, ninguno de estos fines han sido alcanzados, por lo que como seres humanos empáticos, como ciudadanos de bien, no podemos voltear la mirada y desvincularnos de la realidad. Si bien tenemos la necesidad de procurarnos la debida paz mental y emocional para continuar, ello no supone de modo alguno la indiferencia o la impiedad para quienes hoy se mantienen sometidos a la injusticia en todas sus formas. Debemos pues, ser conscientes del daño y seguir en activismo permanente hasta que finalmente y, VERDADERAMENTE, podamos afirmar que nos encaminamos a vivir en justicia y libertad.
Desde JEPVzla, nos planteamos en consecuencia, el deber de seguir mostrando la realidad venezolana, insistiendo en la documentación de casos, acompañando a las víctimas, construyendo memoria y determinados en sembrar historia, sembrar conciencia, sembrar dignidad.
Martha Tineo
Coordinadora General Justicia, Encuentro y Perdón
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31/01/2022