SEGUIR Y AVANZAR POR UN INOCENTE
Cuando Sol Mileidy Ocariz esperó a las afueras del centro penitenciario de Tocuyito, en el estado Carabobo, durante nueve horas y bajo una lluvia intensa para que le permitieran entregar algo de ropa y comida a su hermano, se encontró con un golpe adicional: no podría pasar a verlo, ni ese día ni al siguiente, sino dentro de mes y medio aproximadamente, a menos que una orden del Ministerio Público aprobara una reducción en el lapso de aislamiento. A partir de su detención arbitraria cuando ocho efectivos se lo llevaron de la cocina de su casa en la parroquia Coche de Caracas, el pasado 2 de agosto, Mileidy no ha parado de correr para saber en qué condiciones de reclusión se encuentra. Se trasladó lo más pronto que pudo desde Anzoátegui hasta Caracas y recorrió todos los centros policiales pronunciando su nombre hasta que pudo ubicarlo.
Desde que amanece hasta que anochece, Mileidy no piensa ni se mueve por más nada que no sea conseguir que le admitan abogados de confianza para defender a su hermano contra delitos desconocidos e imputaciones inexplicables. Desde que amanece hasta que anochece forma parte de la pesadilla y el desconcierto que enfrentan las familias de más de 2.400 venezolanos detenidos, de acuerdo con cifras oficiales en el contexto pre y post electoral de los comicios del 28 de julio. Por eso, su propósito es uno solo: conseguir la libertad plena de Edward Alirio Ocariz Medina, defensor de derechos humanos y activista social, reconocido por aplicar primeros auxilios a miembros de su comunidad y organizar campañas para llevarles comida a presos políticos en el Sebin. Desde que amanece hasta que anochece no queda chance para quebrarse, ni flaquear, ni doblegarse, ni perder la voluntad.
“Ruleteado” y coaccionado
Cuando los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana se llevaron a Edward sin ningún tipo de orden le dijeron a su tía Ysmelda que estaría en el Sebin de El Helicoide, pero cuando trataron de visitarlo allí les dijeron que estaba en la DGCIM de la avenida Andrés Bello. En el interín, Mileidy buscaba recursos para llegar a Caracas. Tiene 64 años y sólo cuenta con la pensión de adulta mayor y el apoyo de algunos familiares y amigos. Cuando logró llegar el domingo 4 de agosto a la sede de la Dirección General de Contrainteligencia Militar le respondieron que Edward había sido trasladado en la madrugada a los calabozos de la PNB de Boleíta, también conocida como la antigua Zona 7 de la extinta Policía Metropolitana. Le llevó algunos insumos de higiene personal, ropa y alimentación y allí se quedó hasta que logró verlo el martes 6 de agosto, cinco días después de su detención.
“Lo vi bien, no lo habían malogrado, pero sí me comentó que varios funcionarios lo habían tenido en un cuarto tratando de presionarlo para que hiciera declaraciones por escrito y en video contra varios dirigentes de la oposición con los que ni siquiera tiene nada que ver… Luego me dijo que en otro momento regresaron a buscarlo para encerrarlo otra vez y presionarlo para que firmara una carta en la que deja constancia que durante su detención no se le estaba violando ninguno de sus derechos humanos… Justamente por su trabajo como defensor él se negó a todo lo que le plantearon”.
El jueves 8 de agosto, Mileidy tuvo que reunir fuerzas para comenzar un nuevo maratón de seguimiento. Desde Zona 7 movieron a varios detenidos hacia la cárcel San Francisco de Yare, en el estado Miranda, y el nombre de Edward estaba en la lista. Sin embargo, cuando llegó a preguntar por su hermano sólo le dijeron que no estaba allí. Trató de obtener alguna pista sobre su paradero con la defensora pública que le asignaron, pero la respuesta de la abogada fue que “ignoraba totalmente dónde podía estar porque a ella no le daban explicación ni le indicaban el destino de hacia dónde llevaban a los privados de libertad”. Posteriormente, Mileidy recibió una llamada en la que le indicaban que el nuevo lugar de reclusión de Edward era el Sebin, dada su condición de militante del partido Primero Justicia. Pasó un día entero esperando información hasta que le confirmaron que no salía en el sistema. “De ahí la única opción que me quedaba era Tocuyito y hasta allá me fui con hidratación y comida preparada”.
Asignado con “los guarimberos”
Varias dudas y temores angustiaban a Mileidy con respecto a la suerte de Edward como, por ejemplo, que estuviese en algún pabellón mezclado con presos comunes. Después de la tenaz espera para dejarle sus enseres logró que una funcionaria del penal la atendiera y escuchara por un momento su situación. La persona le aclaró que su hermano se encontraba en un ala especial denominada Formación para el Hombre Nuevo Simón Bolívar, y trató de expresarle una calma que no deja de llamar la atención por lo irónica y contradictoria que podría parecer en contraste con todas las penurias experimentadas por la propia Mileidy y su hermano, así como por las innumerables denuncias formuladas y registradas por parte de ONG y familiares de víctimas en lo que se refiere a las condiciones inhumanas de reclusión que padecen los presos políticos y las circunstancias ilegales de sus detenciones, incluyendo desapariciones forzadas temporales, aislamiento, tratos crueles y torturas.
“Me dijo que me quedara tranquila porque allí están únicamente lo que ellos llaman los guarimberos, pero que cuentan con baño, agua, electricidad y las tres comidas… Aproveché entonces y le dije que yo necesitaba que me autorizaran colocarle defensa privada a Edward, a lo que me respondió que sí, que no había ningún problema y me indicó los pasos a seguir y bueno, eso es lo que estoy tratando de resolver ahora en estos momentos para ver si lo pueden asistir”.
En el contexto pre y post electoral de los comicios del pasado 28 de julio, la cifra oficial de detenciones practicadas por los cuerpos de seguridad del Estado y anunciada por representantes del gobierno supera cualquier escenario previo de violaciones de derechos humanos en los últimos 10 años. Tal como lo refleja el caso de Edward Alirio Ocariz Medina, aparte de la incomunicación, la violación al debido proceso y la negación del derecho a la defensa, alrededor de 1.500 víctimas que han podido identificarse a través de organizaciones de la sociedad civil han estado sometidas a una especie tiovivo permanente que los mueve de un sitio de reclusión a otro, sobre todo por las condiciones de hacinamiento de larga data, hasta que finalmente quedan asignados a un centro en específico.
A la buena de Dios
Desde el domingo de su detención los vecinos de la comunidad de Coche han realizado rosarios y jornadas de oración por la liberación de Edward. Desde varias ONG nacionales e internacionales, partidos de oposición y medios de comunicación, el caso del defensor y cuidador incondicional se ha visibilizado y dado a conocer gracias a la valentía y disposición activa de su hermana mayor.
Sin embargo, la salud de Edward es otro tema que preocupa a Mileidy. A sus 53 años, el activista y promotor de la democracia tiene sus propios padecimientos: artritis reumatoidea; problemas en la columna; tensión alta y necesidad de un tratamiento de alto costo para evitar una irritación en la piel que se agudiza con cuadros de estrés.
Aún con las muestras de solidaridad recibidas y que agradece infinitamente, Mileidy se siente “a la buena de Dios”. Aunque se sabe acompañada, a todo el que la contacta le dice “no me olvides”, mientras va y viene de un lugar a otro haciendo toda cuanta gestión le surge y resolviendo todo lo que puede. La capacidad para atender los gastos que implica tener a un familiar preso e incomunicado representan para ella un escenario de total presión e incertidumbre.
Cada jornada es una carrera de obstáculos y resistencia contrarreloj, no sólo para conseguir la liberación de su hermano, sino porque no tiene forma de saber cómo será el estado emocional, mental y físico de Edward después de 45 días aislado en un centro de reclusión.
Hasta los momentos, la única fe de vida que ha podido obtener es un papel que le devolvieron con su firma, y que ella reconoce como auténtica, como parte de los presuntos trámites que tendría que reunir para que le autoricen su defensa privada.
Aunque desconoce tan siquiera de qué ha sido acusado, lo que sí sabe es que tiene que conseguirle una colchoneta y un ventilador plásticos, y alimentos cocinados para su próximo viaje al penal. “Un pollito para que le dure varios días. Lo más frito posible”.