CRÓNICA | Madre de Andrés Uzcátegui: “No podemos permitir que el antivalor de la muerte se instale en nuestra sociedad”

En Valencia hay una madre que desdice a diario el asesinato de su hijo aferrada a los mejores recuerdos que construyeron juntos en tiempos de valores constructivos, amor familiar y bondad.  En ese pequeño refugio de la memoria no hay espacio para el dolor ni para la tristeza, a despecho de quienes sostienen que tales maniobras engañosas arrastran marcas psíquicas insondables que tienden a quedarse entre nosotros en los rincones oscuros de nuestra mente, como observándonos de lejos con expresión lastimera.

Pero Adriana Coromoto Ávila parece diferenciar la frontera entre lo real y lo imaginario. Tras explicarnos que se resiste a aceptar la pérdida de su hijo Andrés José Uzcátegui Ávila, víctima de la desmesura de un maniático homicida de la Guardia Nacional, esta docente jubilada hace 8 años confesó que lo mantiene “vivo” entre sus recuerdos, en un espacio imaginario que se confeccionó para resguardarlo del olvido, y como para que siempre esté presente en su búsqueda de justicia.

Como en medio de una situación lúdica, cada vez que la memoria con su ritual de imágenes le devuelve la presencia virtual del menor de sus vástagos, ella lo cobija entre sus brazos, sonríe maternalmente y deja escapar un puñado de lágrimas en vano intento de sanar las heridas que dejó la metralla mortífera del autoritarismo en el pecho de este joven valenciano, cuando fue atravesado a quemarropa en la vereda 2 del sector 5 de La Isabelica, el 20 de julio del 2017.                                                    

“Yo a todos les comento que Andrés no ha muerto. Me lo mataron muy joven: iba a cumplir apenas 23 años cinco meses más tarde, el día 23 de noviembre”, fecha por cierto cuando se conmemora el Día Mundial contra la Impunidad. Cosas de la vida…      

Prosigue el relato: “Yo prefiero imaginarlo en Colombia, hacia donde pensaba trasladarse cuando lo asesinaron. Él se especializaba en reparación de equipos electrónicos y allá lo estaban esperando para ofrecerle un trabajo. El día cuando lo mataron había salido a afeitarse, pero en el camino se consiguió con unos amigos y en ese momento ocurrió una situación irregular en medio del trancazo planificado en conjunto con el paro cívico convocado para ese día. La gente empezó a correr y él se metió por un callejón donde fue acorralado por la Guardia Nacional. Los testigos aseguran que Andrés levantó los brazos, pero uno de los funcionarios prefirió dispararle. Sufrió un impacto en el pecho por lacrimógena que le perforó la caja torácica”, recuerda Adriana Ávila.

                                                                                          

El saldo de la represión

El día del asesinato de Andrés Uzcátegui, como ha sido patrón común en los últimos años, hubo mucha represión y ensañamiento de los cuerpos de seguridad del Estado. Ese día, otros jóvenes venezolanos también sucumbieron ante la maquinaria represiva del régimen inconstitucional de Nicolás Maduro.                                                               

 De acuerdo con reportes de prensa de la época, se contabilizaron cuatro víctimas fatales en Miranda, Aragua y Zulia. En la región donde cayó Uzcátegui además se reportaron cerca de 50 lesionados y más de 70 detenidos.

Enfrentar la dura realidad

Adriana Ávila es consciente de la pérdida irreparable que sufrió, del dolor que deja el adiós repentino de un hijo asesinado vilmente y, sobre todo, de la lucha quijotesca que lleva a cabo para que cese la impunidad que usurpa el puesto de la justicia. “¡Tiene que haber justicia algún día! Yo como docente me esforcé enormemente para que mis dos hijos se criaran con valores. A Andrés yo lo encaminé al futuro tomados de la mano, él cursó la primaria en el mismo colegio donde yo impartía clases”, nos cuenta emocionada.

Por un instante Adriana parece quebrarse, pero no, aún le sobra aliento para continuar su relato; tras recuperarse un poco por el asalto de tantos recuerdos junto a su hijo, vuelve a la carga: “Mucha gente también ha tenido que llorar y sufrir en medio de esta situación. No podemos dejar que el antivalor de la muerte se instale en nuestra sociedad. Hay que retomar los valores positivos, adorar la vida”.

Otra vez la impunidad

Aunque, en principio, el Ministerio Público informó que comisionaría a la fiscal 27º de Carabobo, Analía Aguilar, para  investigar este crimen, Adriana Ávila asegura que las investigaciones no prosperaron y el año pasado el caso de su hijo fue remitido a la ciudad de Caracas, lugar donde ahora debe reemprender las acciones judiciales, así como tantos familiares de víctimas de la represión que llevan años clamando justicia.                                               

“Yo pienso que han politizado la muerte de mi hijo y de muchos jóvenes víctimas de la represión del gobierno. A ellos no les conviene que las cosas se aclaren. Yo exijo justicia: este dolor es indescriptible”, sostuvo antes de despedirse.

En La Isabelica, urbanización modelo de la Venezuela democrática de otrora, se comenta con temor que el asesino de Andrés Uzcátegui ha sido visto merodeando la zona. Algunos vecinos señalan que el malhechor, sin remordimiento alguno, rememora su abominable crimen amparado quizás en la impunidad que parece servirle de alfombra roja-sangre

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