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CRÓNICA | El asesinato de César Pereira. Una muerte que habla de mil maneras.

27 de junio de 2017. El país sigue sacudido por un nuevo ciclo de manifestaciones ciudadanas en contra de las medidas adoptadas por el gobierno de Nicolás Maduro. En Lecherías, estado Anzoátegui, un joven de apenas 20 años de edad se encuentra en el Peñon del Faro, en un día más de protesta, adrenalina y enfrentamiento con los cuerpos de seguridad locales. Sus compañeros de la llamada Resistencia, de barricadas, palos y piedras, cuentan que le gritó de frente al funcionario que le apuntaba: “¡Dispárame, pues!”. Al instante siguiente, recibió un impacto en el abdomen del que no se recuperaría más.

César David Pereira Villegas no tuvo chance de pensar que la vida sí se puede terminar en un segundo. Estaba desarmado y llevaba puesta una sudadera azul.

Aguantó una intervención de 10 horas sin anestesia

Aunque Zulimar Villegas iba vía Caracas cuando se produjo el suceso, corrió a devolverse en medio de la carretera, en lo que le entran varias llamadas con la noticia, y relata todo el proceso que siguió al momento que sacan a su hijo herido para tratar de auxiliarlo. En medio del shock y los gritos, al joven lo llevan de emergencia a la Clínica Municipal de Lechería. Cuando lo reciben, le da un infarto, logran aplicarle resucitación cardiopulmonar y lo suben rápido a una ambulancia, hacia el Hospital Las Garzas. En el lugar, Zulimar narra que una cadena de la policía municipal les impidió el acceso. “Inclusive, salió el director (del Hospital) y dijo que no iban a entrar, porque ahí estaba un guarimbero y ellos no lo iban a recibir”. La acción enardeció el caos en desarrollo y la gente que acompañaba la unidad protesta y presiona para dispersar a los guardias, hasta que logran que se abra la salida y el vehículo se dirija a la Policlínica Puerto La Cruz.

Antes de ingresar a quirófano para atender la herida causada por una bolondrona (metra grande), disparada a corta distancia, a César le da un segundo infarto. Lo reviven y va de una vez a pabellón, para someterlo a una intervención que llevó 10 horas y que hubo que practicarle sin anestesia, debido a la gran cantidad de sangre que había perdido. “Gracias a Dios, que hubo los medicamentos. Hubo mucha gente que le donó sangre a César. Hubo muchos médicos de todas las ramas ayudando a mi hijo”. El joven sale de su operación alrededor de las 3:00 am. El pronóstico obviamente es reservado y a Zulimar le permiten pasar a verlo brevemente en terapia intensiva. Tres horas después, a César le da otro infarto, pero al personal médico le cuesta darle el parte a su madre:

—En ese momento, vino la enfermera y me dice…

—Zuly, por favor, te llaman los médicos.

—Y yo le digo, ajá, pero explícame, ¿qué le pasó a mi hijo? Y ella iba callada por todo el pasillo…

—Pero habla, dime, ¿qué le pasó a César? Y ella no me decía nada.

    Y se le salían las lágrimas, pero no me decía nada.

    Pero chama, pero dime, ¿qué le pasó a César? ¡Habla!. Pero solo dijo…

—Ya va, Zuly, ya vamos a llegar.

—Cuando yo llego a la habitación, Óscar (el padre de sus hijos) me dice…

—Zuly ya, despídete de César, no se puede hacer más nada. A César le volvió a dar un infarto, mira,

    se le bajaron las pulsaciones, se le bajó esto, se le bajó aquello, acércate y ya despídete de él.

—Y yo, ¡ay!, ¿cómo tú vas a decirme eso? Y me dice…

—Sí, Zuly, despídete´.

—Cuando yo me acerco, que lo tengo abrazado, y estoy hablando con él, esteeee… suena el pitico…

    que ya César había fallecido… Me salí de la habitación como una loca… y salí corriendo por toda

    la clínica. Cuando llego a la puerta estaba mucha gente, muchos amigos de César, familia, y

   cuando me ven supieron que César había muerto.

Eran las 6:15 am del domingo 28 de mayo.

La lucha por hallar a los responsables

En el municipio más pequeño de Venezuela, con apenas 12 km² de extensión, César era muy conocido en la comunidad, por el espíritu voluntarioso, carismático e indómito que demostró desde muy pequeño. Vecinos del sector recuerdan su insistencia desde muy niño, desde que empacaba bolsas para un mercado chino de la calle 4 de Lecherías, en mezclarse en las manifestaciones de los adultos con ganas de alzar su voz. Les sorprendía y a veces hasta les alarmaba el riesgo que podía correr, pues lo veían solo, por su cuenta. Trataban de persuadirlo para que se resguardara y se fuera a su casa, pero no había mayor éxito. El adolescente se empeñaba en estar presente. Su interés por el activismo de calle lo llevó a ser captado por el Partido Voluntad Popular y convertirse así, en dirigente juvenil. A sus 20 años, estudiaba tercer semestre de Publicidad y Mercadeo en el IUTIRLA y formaba parte de la Resistencia, el grupo de jóvenes surgido en respuesta a la represión de las manifestaciones antigubernamentales que se dieron en todo el país, a partir de 2014. Cuentan que su escudo lo armó con una antena de DirecTV y le pintó el escudo nacional.

En un primer momento, el Ministerio Público comisionó al fiscal 20º del estado Anzoátegui, Luis Gonzalo Galindo, para investigar la muerte del joven. A partir de allí, el equipo de abogados y Zulimar Villegas enfrentaron un largo litigio, lleno de retardos procesales y todo tipo de contrariedades, hasta que el 26 de mayo de 2021, a escasas 24 horas de cumplirse cuatro años de su asesinato, el defensor de DD.HH, José Santoyo, informó que la parte acusadora logró la condena del oficial de Polianzoátegui, Onán Pereira, como responsable de haber disparado a César David Pereira Villegas. Cuatro delitos imputados y 26 años de cárcel fue la orden emanada por el Tribunal de Juicio 3, del Palacio de Justicia de Barcelona, dirigido por la jueza Juliyen Rodríguez.

Los delitos imputados a Onán Pereira, irónicamente con el mismo apellido de la víctima, fueron homicidio intencional calificado por motivos fútiles o innobles, uso indebido de arma orgánica, manipulación de municiones y concurso real de delito. Por haber quedado establecido que cometió delitos de lesa humanidad, Pereira no tendrá derecho a ningún beneficio.

Si bien Santoyo destacó que esta es la primera sentencia que se dicta en el país en referencia a los casos de muertes de ciudadanos, durante las protestas de 2017 contra el gobierno de Maduro, aclaró que los litigantes encargados del caso insistirán ante al Ministerio Público, en la investigación sobre la cadena de mando responsable, así como en identificar la participación de otros funcionarios que declararon en el juicio y que dispararon aquel día. “Se hizo una experticia a las armas de los policías y casi todas tenían restos de vidrio en los cañones. Es decir, se pudo corroborar que los funcionarios de Polianzoátegui sustituyeron las municiones por metras para disparar a los manifestantes”, aseguró a los medios de comunicación.

Por su parte, a pesar de la accidentada vida que le ha tocado llevar, la madre de César también deja manifiesta su intención de continuar: “yo sigo buscando justicia, sigo levantando la voz. Quien me llame, mira, Zuly, una entrevista, mira Zuly, tienes que ir para la China porque quiero hacer un homenaje para tu hijo, para la China voy a ir, porque yo sigo su legado. Yo se lo prometí y así va a ser”.

Yo te extrañaré

César Pereira fue el caído número 60 como consecuencia de la acción represiva de los cuerpos de seguridad del Estado en las protestas antigubernamentales. Tuvo un sepelio público en la Plaza de Puerto Príncipe, organizado por la Alcaldía, sin micrófono abierto para discursos políticos, lleno de lágrimas, cantos, globos blancos, aplausos, conmoción, desconcierto e impotencia por la posibilidad de un futuro que se perdió. La calle en la que empacaba las bolsas de mercado, ahora lleva su nombre y en el lugar donde fue herido quedó una escultura como homenaje, que contempla el pasar de los cielos en la costa oriental del país. Zulimar cuenta que también lloró a su hijo escuchando la música que sabía que más le gustaba y que compartieron en días más felices.

Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, las voces de quienes estuvieron allí se han ido callando por diferentes motivos, que van desde el miedo, pasando por la indiferencia, hasta intereses personales. Fotos y juramentos completos a la dignificación de su memoria han desaparecido de cuentas en las redes sociales, dejando interpretaciones abiertas a dicho silencio. Su madre tampoco está en el país, como para asegurar las flores y el recuerdo de rigor.

Zulimar Villegas se encuentra actualmente en Colombia, tratando de estabilizar su condición de migrante con el aval de ACNUR. Explica que se vio forzada a salir de Venezuela luego de que su casa fuese allanada dos veces, acusada de financiar a la Resistencia y de que su hijo menor, apenas en bachillerato, fuera amenazado de muerte por miembros de Polianzóategui. Asegura que ni siquiera sabía que César pertenecía al grupo de jóvenes manifestantes. A la tragedia del asesinato de su hijo mayor, Zulimar también le añade a su luto el hecho de que César iba a ser papá. El impacto de todo lo ocurrido ocasionó que su novia perdiera a un bebé de 6 meses.

Dicen que César soñaba con ser el Alcalde más joven de Lechería. Dicen que era alegre, rumbero y fácil para hacer amigos de todas las edades y condiciones sociales. Sonreía ampliamente en las fotos con la boca y con la mirada, como absolutamente convencido de lo lejos que podía llegar su triunfo. Una de las canciones que le dedicó el grupo coral del profesor Omar Blyde, durante el cortejo fúnebre, recuerda que a este mundo nada traemos y nada nos llevamos y que el dolor de la ausencia física se sobrelleva con la esperanza de que quien se va, ahora cuenta con la fortuna de un espacio de luz y de paz.

A cinco años de su partida y la revisión de su historia de vida, si algo queda claro es lo que César dejó, lo que había dentro de él: todas las maneras crédulas, ingenuas y desprevenidas en las trató de encontrar la aceptación y el amor.

 

Lee y descarga la crónica 

Memorias de la Represión – Episodio 20: El asesinato de César Pereira

28/05/2022

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