El amor preso de Katherine y Hugo

Katherine Aguilar tenía apenas un mes de haber dado a luz cuando tuvo que viajar con su bebé en brazos desde Delta Amacuro hasta el estado Miranda para visitar a su compañero de vida en el momento en que se enteró de que lo habían recluido en la cárcel militar de Ramo Verde. En Caracas se encontró con su suegra, y juntas subieron hasta Los Teques después de haber perdido contacto de su paradero durante casi un mes. Detrás de las rejas el teniente del Ejército Hugo Rainier Aparicio Cabeza conoció a su hijo y ha tenido que verlo crecer bajo la misma condición. Fue sentenciado a siete años y nueve meses de prisión por instigación a la rebelión. No le ha sido otorgado ningún tipo de beneficio y no tiene defensa de confianza. En junio de 2024 cumple cinco años como preso político, pagando una condena sobre la cual su expediente es desconocido.

 

Cambios duros y súbitos

De acuerdo con el relato de Katherine, el 15 de junio de 2019, Hugo Aparicio se encontraba de guardia en el Batallón de Caribe “Cnel. Francisco Carvajal”, ubicado en el Fuerte Paramaconi, estado Monagas. En horas de la tarde una comisión de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) apareció en el sitio con instrucciones de que debía acompañarlos para hacerle una entrevista “y desde ese día desapareció”.

La familia del teniente temió que algo sucedía cuando vieron que no respondía mensajes ni atendía llamadas. Katherine estaba lejos y de reposo por haber presentado síntomas de preeclampsia a los siete meses de su embarazo. La madre de Hugo Aparicio se trasladó de Maracay hasta Maturín, pero en el Fuerte nadie la atendió ni le dieron algún tipo de información sobre dónde podían tener a su hijo ni por qué. Ante la falta de respuesta alertaron sobre la situación en redes sociales, buscando alguna vía para ejercer presión.

Tres días después, el 18 de junio, se dio a conocer a través de medios de comunicación que ocho militares pertenecientes a la 32 Brigada Caribes de Monagas habían sido detenidos tras un “intento de alzamiento”. En una minuta de la Región Estratégica de Defensa Integral Oriental (Redior) se precisó que los uniformados tenían como objetivo detener a autoridades civiles y militares regionales, entre las que destacaba la gobernadora de la entidad, Yelitze Santaella.

En el documento difundido se indicaba también que las presuntas acciones se frustraron por “un trabajo de contrainteligencia militar”. Los efectivos señalados, incluido Hugo Rainier Aparicio Cabeza, fueron acusados de traición a la patria, instigación a la rebelión y desobediencia militar. El juicio tardó dos años y medio en comenzar, hacia finales de diciembre de 2021. Para abril de 2022, el Tribunal Militar Quinto de Juicio Maturín dictó sentencia para cada uno de los imputados. Al respecto, Katherine explica que convencido de su inocencia y la falta de pruebas su esposo mantuvo en todo momento la esperanza de ser absuelto, pero el último día la audiencia duró hasta casi la medianoche y fue condenado por el delito de instigación a la rebelión. “Durante el proceso declararon casi 24 personas como testigos, pero todos eran de la DGCIM”.

A donde lo envíen, yo iré para estar con él

Desde el momento de su detención, Hugo Aparicio permaneció casi un mes desaparecido. En ese lapso, Katherine sabría después que estuvo retenido en la sede de la DGCIM del Fuerte Paramaconi, donde fue sometido a fuertes torturas y tratos crueles. Posteriormente fue trasladado a la cárcel militar de Ramo Verde, y desde allí pudo hacer contacto con sus familiares y recibir visitas. Tras cumplir los 45 días de investigación preliminar fue trasladado al Centro Penitenciario de Oriente, también conocido como cárcel de La Pica. Finalmente, después de emitida la sentencia condenatoria fue devuelto a Ramo Verde.

Dependiendo del lugar de reclusión, Katherine ha hecho todo lo que está a su alcance para encontrar vivienda para ella y para su hijo lo más cerca posible de su esposo. “Hemos tenido momentos muy duros. En Maturín vivía alquilando de un lado para otro, el niño cambiaba de escuela y eso nos pegó mucho”. Actualmente, ha podido fijar su residencia en Maracay y darle mayor estabilidad a la educación de su hijo. Sin embargo, Katherine, que es militar retirada, se sostiene con ingresos que obtiene de la economía informal para costear todos los gastos de la casa, pagar los traslados hasta Ramo Verde y tratar de llevarle a Hugo las cosas necesita. “Yo vivo sola con nuestro hijo, porque soy de Maturín, pero mi madre y mis hermanos están fuera del país. Trabajo vendiendo lo que puedo: revendo zapatos, ropa, y lo que encuentre, catálogos, lo que sea que vea que pueda revender… Si no tenemos tantos gastos en la semana con relación al niño y con la cuestión de la comida, yo viajo. Para donde envíen a Hugo yo estoy ahí con él. Siempre estoy ahí pendiente de él”.

El sueño de una vida sin rejas

Cuando a Hugo Aparicio se lo llevaron detenido en 2019 tenía 25 años y Katherine, 19. En los casi cinco años de su presidio ambos han tenido que aprender a resolver todas las pruebas que se presentan, mientras entrelazan el pasado truncado y un futuro esperanzador con el presente que afrontan como familia. En el día a día de Katherine conviven los recuerdos felices de la época en la que conoció a Hugo en Táchira y se enamoró de él mientras compartían la carrera militar en Zulia. Le hace bien traer a la memoria la sensación que tuvo de formar un hogar unido y decente para compensar la angustia que le genera la salud psicológica de su hijo y de que justamente él no tenga cómo atesorar instantes de afecto por parte de personas que ya no volverá a ver producto de las circunstancias y el dolor experimentado. Y es precisamente por la posibilidad de ofrecerle a su hijo una versión más gentil y luminosa de la vida que Katherine debe seguir apostando por el entorno más amoroso posible.

Mientras acompaña de forma incondicional a Hugo y espera con la fuerza de sus oraciones su libertad plena y el reinicio de su relación como pareja, también guarda un espacio para los sueños propios de una joven que recién transita los 25 años: “Como a todos nos gusta hacer algo que nos dé felicidad hoy en día lo que más quiero es estudiar la carrera universitaria que nunca pude seguir y establecer algún negocio o una empresa que me pueda ayudar a defenderme y aprender de ello cada día. Aunque sigo anclada a esta situación, pienso que sí lo voy a lograr. No importa el tiempo que me lleve. Es algo que no sale de mi mente”.

 

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