SOPORTAR EL ESTIGMA
A sus 38 años de edad, Andreína Mairuth Baduel Oyoque ha pasado casi la mitad de su vida tratando de sobrellevar el peso del hostigamiento, la persecución, el castigo y la condena que agobia a su familia. Siendo aún muy joven tuvo que soportar el impacto de la captura, encarcelamiento y evidencia de torturas y tratos crueles aplicados a su padre, el general Raúl Isaías Baduel, durante 12 años hasta su muerte en cautiverio por falta de atención médica, el 12 de octubre de 2021. No pudo reclamar su cuerpo ni tuvo paz para despedirlo, pues todo el protocolo del entierro fue controlado por el cerco de seguridad del Estado. Tuvo que separarse de su hermano mayor, Raúl Emilio, quien estuvo privado de libertad desde 2014 y al ser excarcelado cuatro años después tomó la vía del exilio político para preservar su integridad física. Ahora, junto con su hermana Margareth, lucha por apelar la sentencia a 30 años de prisión dictada el pasado 21 de mayo de 2024 contra su hermano Josnars Adolfo, preso político desde 2020.
Ser Baduel no es un delito
Andreína fue una de las voceras principales en el reporte ante los medios de comunicación sobre el traslado arbitrario al que fueron sometidos más de 20 presos políticos hacia el centro penitenciario El Rodeo I la noche del 4 de abril de 2024. La joven activista fue de las primeras en exponer las condiciones inhumanas de reclusión, tortura y aislamiento aplicados a sus parientes, así como toda la dinámica denigrante y maltratadora que implicaba para los familiares llegar a una opción de visita. Sus declaraciones le costaron otro mes sin la posibilidad de ver a su hermano Josnars Adolfo. En sus redes sociales expresó que la medida tomada por las autoridades carcelarias se debía a que sus denuncias por nuevas violaciones de derechos humanos constituían “una incitación al odio”.
Lo sucedido no es la primera medida intimidatoria por parte del sistema judicial penal venezolano que busca silenciar a Andreína. En 2020, después de la detención arbitraria de Josnars Adolfo, tanto a ella como a su hermana Margareth se les abrió un procedimiento por haber solicitado un habeas corpus para obtener algún tipo de respuesta oficial ante la desaparición forzada del joven abogado. Posteriormente, en la fase de desarrollo del juicio contra Josnars Adolfo por estar presuntamente incurso en la denominada Operación Gedeón y acusado de los delitos de terrorismo, conspiración, tráfico de armas de guerra, asociación para delinquir y traición a la patria, Andreína y Ana Leonor Acosta, una de las abogadas del equipo defensor, recibieron la advertencia de iniciar acciones penales contra ellas por objetar los interrogatorios en las audiencias. En algunos medios de comunicación se dio a conocer la denuncia de que quienes declaraban eran los mismos torturadores de los acusados y que los familiares tenían prohibido, bajo amenaza, hacer algún tipo de comentario.
Cuando Raúl Emilio Baduel Cafarelli fue detenido arbitrariamente en el contexto de una manifestación en San Jacinto, estado Aragua, en 2014, fue condenado a ocho años de prisión y en sólo cuatro años pasó por seis cárceles, siendo cinco de ellas penales comunes. En agosto de 2020, otro de los hijos del ex ministro de Defensa, Raúl Iván Baduel Oyoque, estuvo cuatro meses detenido en el estado Guárico como medida de presión para que Josnars Adolfo admitiera su culpabilidad. Gerardo Ernesto Carrero Delgado, para la fecha novio de Andreína y posteriormente su esposo, fue detenido en mayo de 2014 frente a la sede del PNUD, Caracas, por liderar uno de los campamentos de manifestaciones antigubernamentales que se instalaron en el municipio Chacao. Fue excarcelado con medidas cautelares en marzo de 2021.
A finales de septiembre de 2020, Andreína confirmó por sus redes el fallecimiento de Lisbeth Oyoque. Murió sin poder ver a su hijo Josnars Adolfo fuera de la cárcel. “Con infinito DOLOR, lamento informar que mi amada guerrera, mi amada mamita, partió en la madrugada a su encuentro con Dios. Les ruego una oración por su descanso eterno. Gracias miles a todos por sus mensajes de solidaridad y apoyo”. Ese mismo año los hijos del general acuñaron por sus redes la frase que resumía la persecución extendida a su familia: “Ser Baduel no es un delito”.
Los genes de la templanza
Desde su más reciente traslado, la vida Josnars Adolfo se vuelve cada vez más frágil. “Además de necesitar cuatro intervenciones quirúrgicas con carácter de urgencia como consecuencia de todos los daños que ha sufrido en prisión, su salud ha empeorado por estar sometido a un aislamiento prolongado y en unas condiciones de reclusión muy precarias, como son las de El Rodeo I. Está en una celda de 2×2 junto a una letrina, durmiendo en una cama de cemento con una colchoneta muy fina. En los dos meses y medio que tiene en este nuevo centro de tortura ha perdido aproximadamente 10 kilos; tiene infección en los oídos; micosis en los pies y piernas, y crisis crónicas de asfixia por una afección pulmonar que desarrolló debido a las torturas y por la insalubridad del lugar”.
Andreína declara y describe estoicamente lo que sabe de Josnars Adolfo. Pudo verlo brevemente en junio a través de un vidrio y una comunicación por teléfono estrictamente monitoreada luego de atravesar encapuchada la ruta de llegada y salida desde ese punto de encuentro. No puede escuchar de voz de su propio hermano, lo que siente o lo que padece, más allá de quedarse con el deterioro imposible de ocultar. Desde su profunda fe católica confía en que mental y espiritualmente siga “fortalecido y resistiendo en Dios”.
Ella también resiste y pone de manifiesto su temor más terrible: que Josnars corra el mismo destino de su padre. En función a evitar ese desenlace hace todo lo que está a su alcance para que el caso de su hermano sea registrado y señalado con más firmeza por los organismos de justicia penal internacional. Desde el Ministerio Público el acceso al expediente está completamente bloqueado y nunca se aprobó la designación de defensores de confianza. “La realidad a la que nos enfrentamos es lo que nos mantiene en pie de lucha para que en algún momento haya justicia, para que logremos salvar la vida de mi hermano y para que nadie nunca más viva el horror que nosotros hemos vivido. Son muchas las restricciones que enfrentamos por ser perseguidos. Esta situación la llevamos en nuestra familia con mucha fe, con mucha entereza y con mucha confianza en Dios”.
Desde la muerte de su padre, Andreína también ha buscado apoyo y asistencia psicológica. Los años de terapia le permiten distinguir alguna victoria en medio de todos los traumas experimentados. “Cada uno de nosotros ha sacado su mejor versión y seguimos luchando, aprendiendo y creciendo como personas”. El día a día de Andreína y su familia se resume en un ejercicio de perseverancia, resistencia y paciencia donde lo que está en juego es mantener los espacios defensivos y la protección de los derechos de su hermano. El pasado 17 de junio Josnars Adolfo cumplió 37 años. Andreína extraña sus ocurrencias y su carácter extrovertido. Le hace falta tenerlo en libertad, sano, a salvo, con esperanza en la vida.
16/07/2024