
Crónica | De la noche a la mañana
De la noche a la mañana sus días ya no fueron los mismos, le robaron el sueño y durante sus horas de vigilia repasa una y otra vez horrores que no logra entender. De la noche a la mañana su salud cambió y pasó de la tranquilidad que conlleva una vida modesta y sencilla a experimentar ataques de ansiedad y desesperación. Ya no le encuentra ganas a escuchar música ni bailar. Las alegrías propias del compartir en el seno de una familia grande, unida y amorosa fueron desplazadas por el abatimiento y la sensación de haber sido desmembrados y destruidos. De la noche a la mañana Melania Leal Rosales perdió a su hermana mayor, Emirlendris Carolina Benítez Rosales, cuando se la llevaron detenida desde un puesto de control de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en el estado Portuguesa sin que mediara una orden judicial en su contra, el 5 de agosto de 2018. Sus días sólo tienen horas para pensar en Emirlendris, a cada instante y en cada momento. Se aferra a su fe y le pide a Dios que la proteja de todos los malos peligros tras saberla salvajemente torturada. De la noche a la mañana Melania Leal Rosales tuvo que aprender a plantarse frente a una cárcel, a pasar penurias, vejámenes y humillaciones y, aun así, mantener su voz firme y serena en nombre de la liberación plena de su hermana, sentenciada a 30 años de prisión por crímenes que no cometió.

Cuando la vi por primera vez no parecía mi hermana
Cuatro días después de su detención, el 9 de agosto de 2018, el para entonces ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Néstor Reverol, mencionó por primera vez en cadena nacional los nombres de Emirlendris Carolina Benítez Rosales y el de su novio, Yolmer Escalona, como integrantes del grupo de “terroristas sicarios” que orquestaron el intento de magnicidio contra Nicolás Maduro durante el acto de celebración de los 81 años de la Guardia Nacional Bolivariana y que fue denominado el caso de los drones. Sin embargo, no explicó la vinculación de la pareja con el atentado ni informó dónde estaban detenidos. Tras la emisión, Melania y su otra hermana, Beatriz, comenzaron a buscar incansablemente a Emirlendris hasta que pudieron confirmar que se encontraba en la sede de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) Boleíta después que lo negaran varias veces.
Sus intentos por llegar a ella fueron fallidos y les fue negado verla. A duras penas pudieron hacerle llegar algo de ropa, pero se devolvían con la comida. “Íbamos todos los días a ver si nos dejaban. A los días nos dieron unos récipes para que compráramos un montón de medicamentos, preguntamos por qué y no nos respondieron”.
Cuando se habían cumplido 30 días de su desaparición forzada y aislamiento, Melania pudo encontrarse finalmente con Emirlendris. “No parecía mi hermana, estaba muy nerviosa, no podía mover el cuello, estaba golpeada. Lo que hacía era comer desesperada y llorar, llorar y abrazarnos, y volvernos a abrazar. Nos preguntaba a cada instante que cómo estábamos todos y que cómo estaban sus hijos. Estuvimos rodeadas de funcionarios todo el tiempo”. Esa primera visita marcaría el inicio de toda una serie de relatos abominables que la familia Benítez Leal Rosales tendría que recibir y asumir en medio del desconcierto ante dolores que parten el pecho y el pánico que produce no saber qué hacer.

Martirizada y acusada de siete delitos
El caso del arresto, aislamiento, incomunicación, castigos inclementes y una condena desmesurada sin pruebas para Emirlendris Benítez llamó la atención de medios nacionales e internacionales, y escandalizó a organismos de alto nivel especializados en derechos humanos que desde sus tribunas revelaron y denunciaron los sórdidos detalles de su captura y encarcelamiento.
Para el momento de su detención, la comerciante informal de 43 años de edad acompañaba a su novio Yolmer Escalona a realizar un servicio de taxi solicitado por su hermano Yilmer, de Barquisimeto a Acarigua. Emirlendris aceptó acompañar a su pareja junto a su perrita Azabache. En el asiento de atrás iban los pasajeros, a quienes no conocía: Alberto Bracho y José Miguel Estrada. Cerca de su punto de llegada, alrededor de las 4:00 am, el vehículo fue detenido en la estación La Coromoto de la PNB, en el kilómetro 163 de la autopista José Antonio Páez. Al pedirles la identificación a los cuatro, los efectivos los requisaron y se los llevaron detenidos sin orden judicial hasta la sede de la DGCIM en Acarigua. En algún momento y en algún lugar entre la estación policial y la DGCIM lanzaron a Azabache por la ventana. Fue la orden de algún funcionario para “evitar que se ensuciara el vehículo policial”. Desde Acarigua, una avioneta los llevó a la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda (aeropuerto de La Carlota, en Caracas) y de allí los dejaron en la sede principal de la DGCIM en Boleíta.
Emirlendris estuvo un año allí recluida hasta que fue trasladada al Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF). Durante ese primer período, entre golpizas, asfixias, descargas eléctricas, terror psicológico, insultos y maldiciones fue entendiendo la confesión imposible que trataban de sacarle, pues ni siquiera conocía las palabras magnicidio ni dron, mucho menos que este último podía ser un artefacto que podía explotar y matar. Como pudo, confesó la verdad que realmente le preocupaba: tenía cuatro meses de embarazo. Por ello imploró a los funcionarios que le hicieran la prueba y confirmaran. Suplicar no sirvió de nada. Las torturas aplicadas le provocaron la pérdida de su bebé, parestesia en los miembros superiores e inferiores, hernias discales, mioma, encapsulamiento de una prótesis y la respectiva infección.
El 21 de septiembre de 2018, Emirlendris Carolina Benítez Rosales fue imputada. El 4 de agosto de 2022, casi cuatro años después, fue sentenciada a 30 años de cárcel por siete delitos: homicidio calificado en grado de frustración, homicidio calificado con alevosía y por motivos fútiles, asociación para delinquir, terrorismo, traición a la patria, lanzamiento de artefactos explosivos en espacios públicos y daños a la propiedad. Todo el dictamen sin pruebas en su contra. Sus abogados de confianza explican que “no hay una prueba que la relacione ni en la planificación de este atentado ni en relaciones previas con la gente involucrada. No hay nada que pruebe su participación”. El único delito de Emirlendris fue estar en mala hora hacia un destino equivocado y con la gente inadecuada, pues desconocía por completo el grado de participación de su cuñado Yilmer y de aquellos dos pasajeros rumbo a Acarigua en las operaciones y manejo de los drones.

El pilar que queda en pie
La familia Benítez Leal Rosales ha solicitado a las autoridades una medida cautelar por razones de salud para Emirlendris, sin éxito alguno. Hace cuatro años la CIDH dictó una medida cautelar a favor de Emirlendris que ha sido ignorada por el gobierno venezolano. En 2022 el grupo de trabajo de la ONU contra los arrestos arbitrarios pidió la liberación inmediata de la comerciante, mientras Amnistía Internacional exigió atención médica urgente para ella en un llamado público.
Nada parece generar ni el más mínimo intento de rectificación o muestra de compasión ante el deterioro tremendo que registra Emirlendris por toda la secuencia de maltratos desmedidos que siguen manteniendo en vilo su vida. En mala hora también parece haber sido seleccionada como ícono de escarmiento y castigo ejemplarizante.
Desde que fue asignada al INOF, Melania tiene la posibilidad de visitarla una vez por semana, pero de las cinco horas que podría compartir con su hermana, en el mejor de los casos puede aprovechar sólo tres, de 11:00 am a 2:00 pm, por lo lejos que vive del centro de reclusión. Cuando la sentenciaron, esos instantes no eran suficientes para dejarle algo de alivio. “Ella estaba muy desesperada, angustiada, puro llorando y llorando. Le tuvieron que dar pastillas para dormir y así poderla tener tranquila y que durmiera”.

Desde entonces, el peso de la condena no le deja respiro a la familia. “Esa noticia, esa sentencia, ha sido algo muy doloroso para nosotros”. La ilusión de la maternidad, el anhelo de respirar en libertad y la posibilidad de reconstrucción de su vida en cuerpo y alma, son imágenes que se vuelven cada vez más difusas para Emirlendris después de 6 años y cuatro meses en prisión.
Hace apenas dos meses que su hijo menor de 11 años se enteró de la verdad en una visita al INOF. “Su comportamiento cambió desde hace seis años que no está con su mamá. Pero ahora el niño quedó en shock. Hemos tenido que llevarlo a psicólogos”. Los padres de Emirlendris están enfermos y pasaron cinco años sin poder ver a su hija hasta que se mudaron de Barquisimeto a casa de Melania para enfrentarse también al impacto de visitarla en la cárcel. “Ha sido muy triste, muy dolorosa la situación en la que ellos se encuentran”.
Por su parte, Melania también es madre y debe darles cuidado y atención a sus dos hijos pequeños, así como a uno de sus sobrinos, hijo de otra hermana que está en Colombia, que quedó bajo su tutela. Aun así, la generosidad de su corazón tiene espacio de sobra para la añoranza por Emirlendris. “Cuando voy a comer, cuando voy a hacer cualquier cosa lo hago pensando en mi hermana, porque ella siempre estaba con nosotras, con su familia, compartiendo, haciendo comida, echando cuentos, tomándonos un café con pan. La extrañamos mucho, de verdad”.
Melania es ahora el pilar emocional y moral que sostiene a toda su familia. Su fe no declina ante el golpe de ver llegar otra Navidad sin su hermana e invoca la firmeza que sólo otorga la esperanza. Su decencia al referirse a la tragedia desarma. Su humildad la ennoblece. “Dios Todopoderoso es el único que puede mover cielo y tierra para que las personas que tienen las armas en sus manos y que las juzgaron siendo inocentes recapaciten sobre lo que están haciendo, sobre todo el mal y el daño que le están haciendo a mi hermana y a todos los detenidos que están injustamente pagando algo que no cometieron”. Por encima del espanto, la zozobra y la precariedad constante, a Melania le es imposible renunciar al milagro de que la vida de Emirlendris, la de ella y la de toda su familia puedan volver a cambiar de la noche a la mañana.

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