Crónicas de impunidad: hacer memoria y procurar justicia

10 años han transcurrido desde el 12 de febrero de 2014 cuando gran parte de la población de todo el país emprendió una gran marcha nacional para expresar su descontento contra el gobierno nacional. Sería el inicio de tres meses de protestas de calle que fueron reprimidas con el uso excesivo de la fuerza y causaron la muerte a 41 manifestantes que clamaban por un mejor país.

La odisea fragmentada se titula la crónica con la cual Justicia, Encuentro y Perdón recuerda esta oscura fecha de nuestra historia reciente y rinde tributo a las familias de las víctimas. El texto reúne las historias de Dereck Redman, padre de Robert Redman, uno de los primeros asesinados por los organismos de seguridad en Caracas; Rosa Orozco, madre de Geraldin Moreno, joven deportista y estudiante de Citotecnología en la Universidad Arturo Michelena de Valencia, estado Carabobo, atacada a quemarropa por un contingente de la Guardia Nacional Bolivariana; Nancy Márquez Fagúndez, hermana del ingeniero y docente José Alejandro Márquez Fagúndez, abaleado por un GNB cuando documentaba la represión en Caracas, y Carmen González, madre de Jimmy Vargas, muerto en Táchira asfixiado por el efecto de las bombas lacrimógenas. Cuatro relatos de dolor e impunidad.

“Un día de febrero, diez años atrás, el destino les cambió sin posibilidad de elección. De un momento al otro, sin aviso ni protesto, sus corazones se quedaron comprimidos bajo la presión de un dolor nunca antes experimentado, de un luto delirante, de unos por qué sin respuesta, de una existencia que se lleva en pedazos como producto de una violencia desmedida y sin razón. Un día de febrero, diez años atrás, tuvieron que embarcarse drásticamente en una quimera sobre la cual desconocen si habrá retorno en algún momento. Este es el recuento del periplo que han transitado desde 2014, Dereck, Rosa, Nancy y Carmen por el recuerdo de los suyos y la búsqueda de una justicia que muestra una exasperante lentitud en medio de las complejidades que conlleva la recuperación del Estado de Derecho en una nación. Sus historias, de las primeras referidas a ejecuciones extrajudiciales aplicadas por cuerpos de seguridad del Estado en el contexto de manifestaciones pacíficas y en el ejercicio de las libertades civiles y políticas, representan la lucha de un país durante toda una década ante la violación de sus derechos fundamentales. Sus voces, tristezas, rabias, impotencias, silencios, oraciones y ganas de seguir amando son el peso específico implícito en el acto de vivir cuando sus cimientos se estremecen”. Con esta frase invitamos a la lectura de esta crónica múltiple con la cual también animamos a toda la sociedad venezolana a persistir en la búsqueda de justicia verdadera que nos convoque al encuentro y al perdón.

“Dormiré en mi casa y cuando me despierte voy al cementerio” fue la respuesta que Dereck Redman dio a su familia la noche en que asesinaron a su único hijo en Chacao horas después de informar por las redes la muerte de Bassil Da Costa, primer manifestante muerto por la represión en la marcha masiva del 12 de febrero. Fue el único momento en que sintió que perdía su temple tras la trágica muerte de su único hijo, y con esa frase inicia el relato de este caso que revive esos días aciagos y nos muestra al señor Redman de hoy a sus 87 años de edad.

Los tres días que Geraldin Moreno luchó por su vida en un centro asistencial de Valencia, estado Carabobo, fueron una completa agonía para su madre Rosa Orozco. En esos tres días hubo dos gestos de personas desconocidas que se le quedaron atesorados en su memoria. En la crónica titulada “La bondad de 20 bolívares y 3 caramelos” esta madre que en 10 años no ha dejado el luto por su única hija relata esos dos momentos de luz en medio de tanto dolor.

Seguramente muchos recuerdan las imágenes que circularon por noticieros internacionales y redes sociales del momento en que un hombre, residente de La Candelaria, en Caracas, era atacado a tiros y golpes por un guardia nacional cuando grababa la actuación de los cuerpos de seguridad contra los manifestantes en esos primeros días de protestas masivas. Ese hombre era José Alejandro Márquez Fagundez, un ingeniero y profesor de varios institutos politécnicos, un ciudadano que creyó importante documentar la vulnerabilidad de los manifestantes ante la barbarie estatal. “Lo que forma el carácter” se titula la crónica que recuerda este caso en voz de su hermana Nancy Márquez Fagundez.

“Aquí nosotros lo que vivimos fue una guerra”, así recuerda la señora Carmen González aquellos primeros días de brutal represión a las protestas en San Cristóbal, estado Táchira, donde surgió la llama que desató la ola de manifestaciones nacionales. En un procedimiento insólito y desproporcionado, el descontento social fue contenido con un refuerzo de contingentes terrestres e incluso aéreos que convirtieron la parte alta de la ciudad en un campo bélico. En medio de esa agitación perdió la vida Jimmy Vargas, hijo de Carmen, asfixiado por el efecto de las lacrimógenas cayó de la platabanda del edificio desde donde manifestaba. Tenía 34 años, era un hombre apreciado por muchas personas que crearon una cadena humana para ayudar a su madre a llegar hasta él. Hoy, 10 años después, Carmen elige los recuerdos alegres de lo vivido con su hijo por encima del dolor.

La maldad manifiesta

No habrá suficientes palabras en décadas para describir lo ocurrido a los hermanos Daniel Josué y Juan Nahir Zambrano, oriundos del estado Táchira, detenidos en 2022 y señalados, sin pruebas, de ser conspiradores. Ni en las peores pesadillas sus padres previeron a los riesgos que se exponían sus hijos al sumarse a las filas de las Fuerzas Armadas. Y es que esta familia que reside en lo localidad de Palmira solo conoce la bondad y a partir de ese valor giraban sus vidas hasta que se toparon abruptamente con el peor rostro de la barbarie. La malnutrición y los maltratos que sufre la mayoría de los soldados en las tropas de las FANB es lo más leve que han sufrido estos jóvenes. Juan Nahir, que padece autismo y tiene su mente como la de un niño de 12 años, es quien ha llevado la peor parte, tal vez precisamente por su condición.

Engaños, detención arbitraria, largas horas de torturas –incluidos abusos sexuales–, tratos crueles, inhumanos y degradantes, intimidaciones y un largo e indescriptible etcétera marcado por el horror que incluye la más implacable impunidad dieron un vuelco a la vida de esta familia que busca justicia. Su dramática historia está relatada en la crónica titulada “la maldad manifiesta”.  

Noviembre sin ti ya no tiene sentido

En un suceso absurdo en plena jornada electoral durante los comicios regionales de 2021 la intolerancia política de grupos armados afectos al partido de gobierno arremetió contra los votantes que hacían fila para ejercer su derecho al sufragio en la unidad educativa Eduardo Emiro Ferrer, en el municipio San Francisco del estado Zulia. ¿Quién podría imaginarse que un acto ciudadano y constitucional para validar la democracia podría traducirse en sangre y muerte?

Elienny Becerra fue una de las personas que vivió esos momentos de terror y confusión. Ese 21 de noviembre acudió a votar con su esposo Antonio José Tovar, de 33 años de edad. Se escucharon los disparos y todo el mundo corrió, ella empujando el coche de la hija de su ahijada y con su niño de 4 años buscó refugio en un edificio. Su esposo fue alcanzado por una bala que le entró por el intercostal y lo reventó por dentro. El intenso amor que se profesaron durante sus 8 años de noviazgo y 5 de casados fue arrebatado violentamente ese día. “En medio del shock y el horror, Elienny jura que sintió cómo Antonio la abrazó y la ayudó a superar esa primera noche”.

Desde Chile, adonde se vio obligada a emigrar abruptamente tras el asesinato de Antonio con su pequeño hijo y su padre de 64 años, recuerda los hechos que acabaron con la vida de su esposo, la búsqueda de justicia, las secuelas psicológicas para el hijo de ambos, su vida de migrante con el dolor a cuestas: “Lo que más siento dentro de mí es el vacío que tengo por él. Después de su muerte, nunca he podido disfrutar de las metas que he logrado”. Un 21 de noviembre murió Antonio, un 26 de noviembre se casaron, el 27 de noviembre era su cumpleaños. Por eso “Noviembre sin ti ya no tiene sentido” es el título de esta crónica

Mi corazón se quedó pegado a la reja de Ramo Verde

Se fue el 14 de enero de 2020, con el pasaporte y un bolso con tres camisetas y dos pantalones. Se fue por carretera, vía Colombia, junto a otras dos familias, y tardó once días en llegar a Valdivia, Chile. Era martes, día de la Virgen de La Pastora, y todo lo que dejaba atrás le desmoronaba el pecho. Se fue corriendo, aturdida, con miedo y con culpa, porque le dijeron que esa era la mejor opción y quizás la única, para seguir con vida. Pero no pudo evitar partirse en dos y quedarse en Venezuela, desmembrada en un dolor sin tiempo. Se fue y también se quedó, atada al destino del teniente de fragata Ángel José Barrios Fuenmayor, detenido en octubre de 2019 y condenado por traición a la patria e instigación a la rebelión militar contra la seguridad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. A más de 5.000 kilómetros de distancia y cuatro años después, Edircia Fuenmayor sigue luchando para que se demuestre la inocencia de su hijo.

En Barlovento dejó su casa, sus cosas y no se llevó ni el título de profesora de Castellano y Literatura, a los 57 años, con la condición otorgada de refugiada humanitaria y su menisco izquierdo roto, se propuso salir adelante. Limpia casas, hace quesillo, vende tequeños, cuida personas adultas en los turnos de noche y es mucama y recepcionista por días, en un hotel. La crónica titulada “Mi corazón se quedó pegado a la reja de Ramo Verde” es un duro retrato del rumbo forzado que tomó la vida de esta madre –ahora enferma y vulnerable– tras la desgracia que se posó sobre su amado hijo.

7/3/2024

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